La experiencia del masaje es intensa y honda en el presente, facilitada por un profundo contacto con la respiración. Esta actitud meditativa conectada a la respiración, en observación atenta del cuerpo, facilita soltar el pensamiento. La lucidez desatada en la experimentación, en los toques con movimientos largos, fluidos y profundos, en cada manipulación, despierta memorias corporales, tiene un impacto sobre los bloqueos, trae o muestra imágenes y fantasías, que resuelven anclajes y, por tanto, son sanadoras.
Entonces, puede surgir una vibración que viene de adentro, liberadora; puede tomar su espacio y presencia cada órgano diferente; en cualquier caso, el registro atento de las percepciones, sean de placer, sean de tensión o dolor, facilita sentir la vida. Como en una experiencia próxima a la cuna, la vida lo abarca todo, como si dejara de ser el concepto habitual y pasara a sentirse como una emoción muy nueva, la vida. La vida, la totalidad. De algún modo, la conciencia normal está alterada por la experiencia en el cuerpo, e internamente parece apoderarse una sonrisa.
Lo más significativo de mis experiencias es el viaje hacia la conexión con mi niña, favorecido por el contacto conmigo misma a nivel de reconocimiento de mi cuerpo de la mano del contacto con otro. Reconocerme en mi forma, textura, dureza-blandura, temperatura, tensión, vibración… me facilita que empiece a darme cuenta de mí, como el bebé que habita en mí.
Después de abrir los ojos al mundo con curiosidad, otra posibilidad es comprender mis contracturas como las cargas que he asumido y que ya no me sirven más, que ya quiero soltar; y lo hago, gracias al contacto con el otro, dejando recolocar instintivamente algún músculo en el lugar natural que le corresponde.
Reconocer movimientos, posturas, lugares que antes nunca había percibido en mi propio cuerpo, me abre a imágenes y vivencias emocionales novedosos, que no quiero cuestionar, sino tanto sólo constatarlas, tomar registro, para permitir que caigan en su sitio, también por sí mismas, en el camino de la integración que se va haciendo. Asimismo, este estado alterado por la presencia en mí, al habitar mi cuerpo, me permite vivir alegrías corporales que hablan de trascendencia y de mi ser espiritual.
Rosa Membrado Sánchez