Pongo la mirada hacía dentro, con tal de buscar el significado más creativo del cuerpo para entender como nuestro cuerpo nace para la aventura de vivir. Cuando pensamos en la creatividad, puede ser desde el hecho de crear: una pintura, la sagrada receta de tu abuela, música, danza … si llevamos esa creatividad a la conciencia del cuerpo lo percibo como un instrumento, y el vehículo que nos han dado para poder expresar las sinfonías de nuestro camino.
La delicadeza del ser, siente, capta la música proveniente de nuestro mundo, cada melodía es interpretada por uno de los elementos sea de agua, de tierra, de fuego, de aire o éter. Cada uno de ellos nace para movernos por la existencia a un ritmo diferente. Enseñando cada una de las partes más internas y aprender a vivir el momento con la música resonante. La vibración es la ejecutante para llegar a la intención de tocar música orgánica, emocional y espiritual. Pudiéndonos comunicar a través de una danza con otros seres, nuestro entorno y conectando con nuestro interior.
Si entendemos, que nosotros somos el instrumento para tocar estas melodías y bailarlas, cuando sintamos que la tierra nos toca y nos hace temblar desde nuestros pies hacía a arriba, dejamos que entre en nuestro cuerpo, aflojando el control habitual, soltando la cabeza es el comienzo de una melodía intensa que viene a enseñarte. Sucede con cualquier elemento, nos los han dado para que escuchemos el poder que llevamos dentro del sentir y vivir.
Cada individuo, entonces comprende simbólicamente, lo que esa música le quiere decir a través de su vivencia. Interpretará luego en el plano terrenal, aquello que comprendió, es decir la intención del universo expresándola en su medio.
Muchas veces, no dejamos que nuestro cuerpo “instrumental” sintonice con las preciosas canciones, dejando que se oxiden las articulaciones, contraigan los músculos así volviéndose rígido, con falta de movimiento y creando situaciones de esfuerzo.
Si nos alineamos, la sinfonía que se produce es la de los cinco elementos, trasmitiendo la intención universal del amor sobre la tierra.
Nuestro cuerpo es un instrumento poroso de conexión, que combina los cinco elementos en proporciones únicas e individuales. Esta formado por órganos, músculos, huesos, tejidos cada uno de ellos desprende una música diferente.
La piel elástica, firme y presente, es la receptora, nos conecta con el mundo externo y con los campos energéticos, hacía el interior nos enlaza con los músculos. Es la música enriquecedora que se puede escuchar, lleno de innumerables matices sensoriales, juicios de selección y tribalismos.
Los músculos jugosos y elásticos, acumulan su música y la liberan, son los que ejecutan la acción y guardan memorias de las experiencias. Frente a los excesos, como defensa se vuelven contraídos, endureciéndose. A través de las fibras componen una sinfonía vibrante al corazón aclarando todos los matices opacos del cuerpo. Tienen la capacidad de dar amplitud y elasticidad al movimiento, creando formas infinitas y protegiendo las partes más internas de nuestro interior (arterias, venas, órganos…) Cuando sientes la música de los músculos, puedes sentir más allá , es una capa interna donde tienes mucho que escuchar.
Los huesos son el lugar firme y profundo que da estructura. El lugar interno donde encuentras la seguridad y permanencia. El ritmo que tocamos a través de esta música es mecánico moviendo todos los huesos grandes y pequeños, dando ángulos gracias a las articulaciones. Si permitimos, que el fluir de los músculos llegue a la estructura de los huesos, la composición musical va ampliar la vibración del movimiento.
Algunos cuerpos, no pueden contener todo en los músculos volviéndose rígidos, no es suficiente y se refugian en los huesos, particularmente almacenando en la articulaciones. Cuanto más cargados estén los huesos de resguardar lo emocional, más pierden su vibración, más problemas causaran.
La vía transformar todo en el cuerpo son los órganos. Cada sistema diferente, tiene un funcionamiento único. Después de tocar con los músculos, las articulaciones y la piel, nos llega la manera de materializar y descomponer aquello que no queremos o no nos hace falta.
Darse cuenta que nos alimentamos a través del aire, de la comida, que depuramos y desechamos lo que no necesitamos. La sangre corre por ríos llamados venas y arterias es la manera de mantener vivo al individuo. Nos dan la vida y nos limpian. Cuando cargamos nuestro cuerpo, aparecen en forma de llamadas para traer conciencia a lo que esta sucediendo. Nos avisan de lo más interno e inconsciente, de lo profundo de nuestro ser llevándolo a “lo superficial” para poder sanar y transformar.
Si las vivencias nos se aceptan pueden generar problemas de digestión, si las lágrimas se tragan causan mucosidad en los pulmones.
Cuando más consciencia ponemos en nuestro cuerpo más vibracional será la música que toque este.
Nuestro cuerpo es nuestro gran templo, que nos une a la tierra y el cielo, cada paso que damos en nuestra vida es parte de la sinfonía.
Si ponemos atención a los mensajes internos y escuchamos las señales, podemos despertar una conciencia que romperá las barreras de lo mental, dejando atrás todo aquello que no nos da lugar para movernos infinitamente.